La sesión final la habíamos dejado para el último sábado de enero pero me llama Cristina que están con Stephanie en el centro viendo a la pequeña gigante y que seguramente la mayoría de los niños, al igual que todos los de Santiago, están en lo mismo. Decidimos postergar la última reunión para el martes siguiente. Lo confirmamos el lunes y ahí ya sé que será dificil que estén presentes las madres, incluso la misma Cristina, por problemas de trabajo, pero no podemos cambiar la fecha porque los niños, los que están en Santiago, están esperando.
Además de las pequeñas de siempre vienen Antonia, Kihare, Camila, Bárbara y dos chiquitas a las que les están cuidando las más grandes. Esta vez propongo únicamente conversar. No leemos cuentos sino que conversamos sobre lo que les ha parecido el taller y sobre los cuentos que les ha gustado.
Camila y Bárbara quieren volver en marzo, les gustó y por diversas razones no pudieron seguir. Bárbara cuenta como todos los días escribe en un cuaderno. Aracely recuerda que más que dibujar le gusta inventar historias y propone que en marzo lo hagamos nuevamente con dramatización incluída.
Joshua que va a ir a primero quiere seguir, cumplirá seis años y quiere aprender a leer. Es entusiasta y tiene una gran capacidad de retención.
Lo mismo con Almendra y Stephanie que me piden que regrese, que no pase lo que muchas veces, que viene alguien, empieza algo y luego no vuelve más. Les prometo que seguiré.
Después de conversar comimos queques con jugo. La única que pudo venir, porque pudo salir temprano de su trabajo, y a quien se le agradece por su presencia, fue Andrea, la mamá de Almendra y Joshua. Junto a ella y con los niños miramos los dibujos que hicieron, los comentamos y recordamos a los que no estaban presentes.
Al respecto, si algo me queda claro como monitora del taller e idependientemente del inmenso cariño que siento por estos niños maravillosos, es que tenemos que seguir.
Si bien el tema de la inasistencia fue recurrente y no siempre estuvieron todos lo cual significó que no pudiéramos avanzar en, por ejemplo, desarrollar esa gran capacidad para contar cuentos que tienen Antonia y Stephanie; la gran comprensión y el gusto por la lectura de Camila y Stephanie; el conocimiento sorprendente sobre gramática y ciencias naturales de Bárbara; la facilidad para hacer historias de Aracely que se suma a la iniciativa y a idear maneras de dramatizar lo escrito.
La claridad y voz firme con que lee Camilo y el buen humor que le acompañan hasta cuando inventa pequeñas canciones; la permanente sonrisa de Almendra que no se pierde palabra de la lectura y pide escribir sus propios cuentos; la inquietud de Félix que le resta en concentración hasta cuando algo le gusta; la silenciosa dulzura de Cristina que hace pequeños dibujos que reflejan bien la leído; la tierna y silenciosa atención de Sofía las ganas, el buen humor de Marcelo y la facilidad para leer cuentos; las espontáneas opiniones del más pequeño, Joshua, que no para de dibujar incluso cuando leemos, pero que no se pierde palabra de lo dicho y sabe cuando decir cosas serias que le hacen parecer más grande.
También está el desafío para que Nacho, que dibuja con una habilidad que impresiona, asista siempre y se integre al grupo para aportar con esas inmensas capacidades que tiene y esa forma de ver las cosas que lo hacen parecer más grande y que venga con Tamara, a la que le brillan los ojos cuando se leen cuentos.
Y el mayor desafío, lograr que vengan niños mayores y conseguir que vuelvan las dos Nicole, que puedan darse un respiro en la tarea de trabajar en el negocio de su familia, la una, y de cuidar al hermano pequeño la otra.
Cuando vienen al taller los niños lo pasan bien, aportan con entusiasmo en la medida que hacen algo diferente a lo que hacen todos los días de la semana y sobretodo se regalan un momento para ellos mismos, al tiempo que disfrutan, mientras yo aprendo también de cada uno de ellos.