Son pocos los niños que están en el Campamento. La casa de Félix y Camilo está cerrado y viene sólo Cristina. Marcelo también se suma, lo mismo que Aracely y Stephanie.
Es una de esas tardes tremendamente calurosas y entre jugos y galletas, para disipar la somnolencia, leemos cuentos tradicionales: “El enanito de la pared”, “La cucarachita Martina”, y “La casa de Anton”. Leemos jujnto con Marcelo que se concentra, pronuncia bien y se compenetra en la lectura.
Hay risas y comentarios. El cuento de la cucarachita lo leo casi todo y les digo que ese cuento nos lo contaba mi abuela, a la que cuando ella era niña ya se lo contaban, sólo que el nombre era “Mandinga” y no Martina. Quieren leerlo otra vez, les gusta, porque se suceden personajes animales con distintas características y ellos lo comentan. Pasa lo mismo con el cuento de Antón.
Aracely los disfruta e inicia la conversación y cada uno habla sobre lo que más le gustó o le llamó la atención. Hemos estado cerca de dos horas entre lecturas y conversación pero están tan estimulados que quieren dibujar, aunque ya se nota el cansancio. Mientras Stephani y Cristina se divierten dibujando, Aracely prefiere escribir una historia y con Marcelo deciden hacerlo y conversan como plantearla. Apenas la empiezan vienen a buscar a la niña y el cuento queda trunco, Marcelo intenta seguir pero el cansancio puede más y Stephanie y Cristina ya se quieren ir, hemos estado dos horas y media en un día muy caluroso. Quedamos en continuar la próxima sesión con la escritura del cuento.